viernes, 2 de mayo de 2008

2.cap: Cuando la amistad es la guerra... de Francesc Miralles

En su novela Antichrista –con excelente traducció de Sergí Pàmies- Amelie Nothomb retrata un tipo de relación desigual y destructiva que suele abundar en la adolescencia, cuando necesitamos mitos cercanos en los que inspirarnos.

Narra la historia de Blanche, una solitaria y tímida estudiante de filosofía que es “adoptada” por la deslumbrante Christa, que despliega a su paso poderosas armas de seducción. La ventaja de esta segunda sobre la primera hará que Blanche sea víctima de todo tipo de abusos y humillaciones por parte de ella hasta que finalmente decide rebelarse. Entonces, lo que había sido prácticamente una relación amorosa se convierte en una guerra terrorífica entre ambas.

A un nivel más sutil, según James Redfield, en todas las amistades insanas hay una guerra encubierta por apoderarse de la energía del otro. El autor del best seller Las nueve revelaciones hace una clasificación en cuatro tipos de personalidad, cada una con su estrategia:

1. El intimidador. Nos hace sentir inseguros o incómodos ante su presencia. Dice y hace cosas que indican que en cualquier momento puede sucumbir a un ataque de rabia o de violencia. De este modo capta nuestra atención y nos atrae –por miedo- hacia su punto de vista.

a. Antídoto: Ante este perfil, la única salida es eludir el contacto, ya que a corto o medio plazo, se convertirá en una relación destructiva.

2. El interrogador. Se vale de la crítica para socavar nustra autoestima. Manipulador nato, trata de obtener el máximo de información para hallar una brecha por la que hacernos sentir inseguros. Censura nuestro modo de trabajar o de vivir en pareja para demostrar jerarquía sobre nosotros.

a. Antídoto: Una forma de neutralizarlo es explicarle claramente que nos hiere su actitud, con lo que su estrategia subterránea quedará al descubierto. Entonces surgirá la oportunidad de un auténtico diálogo.

3. El distante. En una fiesta, se apartará del grupo para hacerse notar, pudiendo adoptar un aire melancólico o malhumorado. Su estrategia es hacer que nos acerquemos para capturar nuestra atención, a menudo jugando con el sentimiento de culpa, ya que nos hace temer que hemos cometido alguna indelicadeza o hemos sido injustos con él.

a. Antídoto: No debemos ceder a su juego. Si no expresa claramente lo que le pasa, lo mejor es dejarlo de lado. Sólo así lograremos arrancarlo de sus posiciones y que se comporte con normalidad.

4. El “pobre de mi”. Su estrategia es el victimismo. Como no tiene fuerza suficiente para competir directamente por la atención, trata de ganar nuestra simpatía a través de lamentos y manipulaciones. De ese modo se sitúa en el centro y nos arrastra hacia su tragedia.

a. Antídoto: Podemos romper su discurso introduciendo nuevos temas de conversación donde no sea el centro del drama. El humor también es un arma efectiva para desactivar su estrategia.

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