martes, 25 de octubre de 2016

Midnight Diner: entre Mishima y Cheers



La saturación de series que sufre en la actualidad el espectador hace que le pasen desapercibidas muchas que, sin embargo, merecen mejor destino. En 1982 la NBC estrenó una comedia de situación ambientada en un bar de Boston (Massachusetts) realmente existente. Al terminar la primera temporada constituyó un rotundo fracaso, sin embargo la cadena insistió en ver los resultados de una segunda temporada. La serie, a partir de ese momento y hasta 1993 obtuvo 28 premios Emmy y 117 nominaciones e incluso tuvo un afortunado spin–off con Frasier (1993–2004). Se llamaba Cheers (1982–1993), una serie histórica. Su concepción era muy simple: un bar en el que interactúan distintos clientes fijos y se construyen historias a partir de ellos o de nuevos visitantes. Si cambiamos Boston por Tokyo, los conocidos rostros de la pantalla norteamericana por rostros japoneses, quitamos las dosis de humor desmadrado hollywoodiense y las sustituimos por historias en las que ternura, humor y drama se mezclan en cantidades desiguales en cada episodio, entonces tendremos la serie Midnight Diner: Tokio Stories.




En nuestra juventud habíamos acudido a las salas de Artes y Ensayo para ver el cine de Kurosawa o de Kenzi Mizoguchi. Ya por entonces, advertimos que los códigos del lenguaje cinematográfico japonés y sus ritmos narrativos eran muy diferentes a los occidentales. Quienes considerábamos que Japón, a partir de finales del XIX se había convertido en un extraño ejemplo arqueofuturista en que se combinaba la tradición más ancestral con la más prudente modernidad, supimos apreciar el cine de los grandes directores japoneses. Sin embargo, el seppuku de Yukio Mishima el 2 de noviembre de 1970, nos indicó que ese período había concluido. Mishima, el escritor más difundido en Occidente, optó por el suicidio ritual para protestar contra el alejamiento de Japón de su tradición ancestral. 

Desde entonces, aquellas islas aceleraron el divorcio con su tradición y la asunción de los rasgos más problemáticos de la modernidad. El Japón que nos atrajo inicialmente ya no era el mismo que el que vimos cuando Takeshi Kitano compuso su Humor amarillo (1986–2004) mostrando a los hijos del Sol Naciente como perfectos gilipollas (en el sentido que le da la Real Academia como gente dispuesta a hacerse daño a sí mismos) simplemente para salir unos segundos en televisión. Pero, como dice el viejo refrán castellano, “donde ha habido mucho, siempre queda algo”. Midnight Diner, nos ofrece una ventana sobre la realidad actual del Japón: una modernidad que adopta rasgos patológicos y una tradición que, aunque atenuada, sigue todavía presente.

Casi como un símbolo, la trama de esta serie se desarrolla en el interior de un pequeño restaurante nocturno situado en una zona populosa de Tokio. En la capital japonesa, lejos de los rascacielos de vidrio y acero, a pie de calle, abundan establecimientos de este tipo, que remotamente tendrían algún parecido con las trattorias italiananas: locales pequeños, gestionados por una familia, con pocos platos, consumidores asiduos y un ambiente familiar. De todas formas, si algún cliente pide algún plato especial, el “Maestro”, lo cocina inmediatamente. Precisamente, una de las características de esta serie es que en cada entrega, a modo de conclusión, se explica cómo cocinar el plato que constituye el leit–motiv del episodio. La serie, así pues, cabalga también sobre esa tendencia universal a aproximar el espectáculo televisivo a la gastronomía. Pero es mucho más que esto.


La otra influencia ya mencionada, demasiado visible para poderse negar, es la de Cheers. Con una importante modificación. En la serie norteamericana resultaba un misterio saber a qué horas se desarrollaba la trama. La inmensa mayoría de escenas se desarrollaban en el interior del bar. Se daba por supuesto que los clientes trasnochaban, pero no era un dato explícito de la trama. Sin embargo, en Midnight Diner el rasgo distintivo del restaurante es que abre sus puertas desde media noche hasta las siete treinta de la mañana: los personajes que lo frecuentan son trabajadores que empiezan o terminan su jornada laboral, noctámbulos empedernidos y fauna de la oscuridad en general. En cada episodio aprendemos algo –y no sólo gastronomía– sobre la cultura y los ritmos de vida japonesa. Otra diferencia importante con Cheers: si ésta era una sit–com, sin más, la serie japonesa está situada en un punto indefinible para los estándares occidentales, es drama pero no tanto y es comedia pero sin pretender arrancar estridentes carcajadas. 

La serie fue se inspiró en un manga, Shinda Shokudo, creado por Yarō Abe, extraordinariamente popular (ha vendido más de 5.000.000 de copias) y que recibió varios premios. En 2014, se filmó una película de largometraje producida en Corea del Sur y que recuperaba la temática de la serie. En este mismo país, al parecer, se produjo otra serie de televisión de 20 episodios  que no ha llegado a Occidente y que, frecuentemente, se confunde con esta que ha lanzado Netflix recientemente.

Las historias que nos cuenta son extremadamente simples. Tienen esa intensidad propia del bonsái (los veinte minutos de cada episodio aumentan ese rasgo), la armonía de un arreglo floral compuesto según las leyes del ikebana y la moraleja de un cuento zen. Cada una de ellas es distinta a las demás y el único hilo conductor es el “Maestro” de cocina y algunos de sus clientes. Obviamente, ninguno de los actores que aparecen en la serie son conocidos en Occidente, si bien son habituales del cine y de la televisión japonesa. Hay en ellos mucho de mímica y un dominio sobre los músculos del rostro y el lenguaje no verbal, pero remite al teatro tradicional japonés, el kabuki. El hecho de que uno de los personajes sea un actor masculino disfrazado de mujer (el oyama), integrado con toda naturalidad entre los presentes, sugiere que es el último rasgo de esta forma teatral tradicional de aquellas latitudes. Así mismo, el trío de chicas jóvenes que acuden diariamente al restaurante, y muestran reacciones similares y expresiones al unísono, son otro elemento propio del teatro clásico japonés. Algunas de las declamaciones cómicas de los actores, están realizados según las técnicas del rakugo, lo más parecido a nuestros monologuistas. En lugar de realizar sus actuaciones sentados sobre un cojín lo hacen en el taburete del restaurante. 


Igualmente notable es la música que abre cada episodio, tan primorosamente compuesta como los guiones de cada episodio. Si lo resaltamos, no es solamente por su calidad, sino también porque la música es un acompañamiento obligado en algunas formas teatral del Japón. El y el Kyôgen, por ejemplo, eran, inicialmente, síntesis de danza, teatro y música. Se trata de una música pegadiza con resonancias folk

La visión de conjunto que nos da esta serie dice mucho sobre la sencillez, la austeridad, la codificación del comportamiento, la naturalidad y la sobriedad de la cultura japonesa y de sus expresiones artísticas. Obviamente, es un tipo de cultura que no sintoniza siempre con los gustos del público occidental. Las historias que nos narra son minimalistas, no hay grandes complicaciones, sino tan solo misterios a medida de lo cotidiano. ¿Por qué tal personaje se comporta así? ¿Qué indica el cambio de actitud de tal otro? ¿Por qué aquel no puede conciliar el sueño? ¿Qué misterio guarda aquella pareja tan feliz? 

La serie gustará especialmente a tres tipos de público: los amantes de la cultura japonesa, quienes busquen productos originales diferentes a cualquier otra cosa que hayan visto en el plasma y, finalmente, los que sepan apreciar historias intimistas de valor universal. Y si usted no pertenece a ninguno de estos tres grupos, pero tiene un espíritu abierto, vea al menos un episodio: utilizará 20 minutos de su tiempo; luego juzgue y decida usted mismo. Desaconsejable para quienes busquen acción trepidante, series interminables, efectos especiales kolosales, complicaciones argumentales o simplemente quienes esperen encontrar en toda producción japonesa reediciones de Godzilla y Songoku.


FICHA
Título original: Midnight Diner
Título en España: Midnight Diner. Tokyo Stories
Temporadas: 2 (la segunda no ha llegado a España)
Duración episodio: 20 minutos 
Año: 2009 (10 episodios emitidos)
Temática: Tragicomedia 
Subgénero: Intriga
Actores principales: Kauro Kobayashi, Mansaku Fuwa, Tamae Andó, Toshiki Ayata, Tokio Emoto, Kaoru Hirata, Akiko Kikuchi, Asako Kobasyashi, Yutaka Marsushige, Ken Mitsuishi, Jô Odagiri.
Lo mejor: una serie que sorprende, diferente a cualquier otra occidental.
Lo peor: no siempre las historias son comprensibles para occidentales.
Puntuación: 7 
Web en castellano: http://www.inetflix.es/title/80113037/midnight–diner–tokyo–stories/   
¿Cómo verlo?: En España se emite por Netflix subtitulada. 





1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente entrada sobre la serie en general, ya que también la segunda temporada encaja en todo lo perfectamente descrito. Sin duda, gran serie, como también este post. Un saludo.
Ángel D.