lunes, 11 de marzo de 2019

La Mula... de Clint Eastwood



Clint Eastwood cumplirá el 31 mayo de 2019, 89 años. No es normal que alguien a esa edad siga en activo y mucho menos en el mundo del cine que requiere esfuerzos, energía e imaginación superior a muchas otras profesiones. Pero, ahí está él, dirigiendo una media de una película al año. Ciertamente, no es el único director en activo a una edad avanzada: Woody Allen con cinco años menos, tiene un ritmo parecido. Pero hay que reconocer que si la producción de Allen es declinante y sus películas registran una progresiva pérdida de calidad y de interés, tratándose incluso de productos incomprensiblemente “alimentarios”, las películas que va dirigiendo y protagonizando Eastwood, mantienen unos niveles de calidad por encima de la media. En lo que llevamos de milenio, cuatro películas suyas han sido nominadas o han ganado el Oscar a la Mejor Película.

La mula es una historia de nuestro tiempo y la actividad de su protagonista (pasar drogas) es el producto de la crisis económica, los cambios de modelo de negocios y un sistema social radicalmente injusto que obliga a personas honradas a tener que realizar actividades ilícitas como único medio para poder sobrevivir. La película está basada en el caso real de Leo Sharp, ex combatiente de la guerra de Corea que se convirtió en traficante para el “cártel de Sinaloa”. Al regresar del frente, Sharp se ganó honesta y dignamente la vida, como floricultor, hasta que una oscilación en el mercado lo colocó ante la quiebra y los bancos se lanzaron como hienas sobre su negocio y sus propiedades. A partir de ahí se inició su actividad como “mula”. En efecto, el protagonista utiliza su “pick up” para pasar paquetes de cocaína de un lado a otro de la frontera

La película tiene dos méritos: el primero de todos, estar muy bien contada. Todas las escenas tienen rigor y coherencia y nos introducen en el mundo del protagonista y en su extraña aventura. El segundo elemento positivo es la elaboración de los diálogos y de las reflexiones que explican cómo un personaje que ha mantenido una vida honesta, al servicio de su país y respetando las leyes de su sociedad, bruscamente, se encuentra realizando una tarea que moralmente le debería repugnar. 

Los méritos de esta película se deben a un muy buen guion elaborado por Nick Schenk, un papel adaptado como un guante a la edad y a la personalidad de Clint Eastwood y una dirección sobria de él mismo como director, que no pretende innovar, revolucionar o crear una película rupturista, sino, simplemente, “contar una historia”. 

La película remite a Gran Torino (2008) y ambos protagonistas están hechos con la misma materia. Expresan el drama del norteamericano que, desde hace 60 años, está viendo como la sociedad cambia a un ritmo cada vez más endiablado y, por mucha que sea su habilidad para adaptarse a las nuevas situaciones que van apareciendo, antes o después se encuentra descarrilado del “progreso”. Como se sabe, Eastwood es, políticamente, conservador y transmite esa sensación tan extendida en ese grupo de opinión, de que, a pesar de la justeza de los ideales con los que fundó aquella nación, algo está fallando. Las alarmas se han encendido desde el momento en que trabajadores, honestos y responsables, que nunca han tenido encontronazos con la ley y que siempre se han preocupado del bienestar de su familia y de su comunidad, se ven empobrecidos y arrojados a los márgenes de la sociedad, privados de sus medios de vida y viéndose obligados a sobrevivir dependiendo del sistema de caridad pública o bien afrontando situaciones que jamás hubiera soñado en participar (algo de esto hay también en su anterior película Sully (2016), otra historia real, que nos muestra la figura del “héroe americano”, perseguido por los intereses de aseguradoras y que, solamente, en el último momento logra demostrar que actuó de la única forma que podía hacerlo.

Se ha dicho que ésta no es la mejor película de Eastwood, algo que puede asumirse a condición de añadir que, si no es la mejor, si al menos puede añadirse al pelotón de las más interesantes y, sobre todo, de las más actuales. En los últimos tiempos se diría que Eastwood solamente acepta contar historias reales (Tren a París en 2018, la citada Sully en 2017, El francotirador en 2014). El director alega que “siempre pasan cosas” y que mientras el público se interese, “siempre seguirá contándolas”.  Y esto es precisamente lo que ha hecho en esta película.

En esta película, Eastwood está acompañado por Alison Eastwood, su hija de 46 años, Lauren Fishburne, Andy García, Bradley Cooper, Dianne West, en papeles de distinta importancia, pero que contribuyen a realzar la cinta.  

Se trataba de una película difícil. En los EEUU, el caso del “abuelo narcotrafiante” dio mucho que hablar. Eastwood lo único que intenta es preguntarse por qué la historia de Leo Sharp evolucionó de la manera que lo hizo. Y, a lo largo de los 116 minutos de proyección, el público entiende perfectamente todos los elementos que entran en juego en la ecuación.

Película que puede recomendarse sobre todo a aquellos seguidores de Clint entre los que me incluyo, que apreciamos su forma de contarnos historias y que difícilmente no gustará a públicos muy exigentes.

Aunque con "Mula" somos testigos de la desaparición del héroe anónimo de USA, aterrorizado por que su tiempo se acaba.

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