lunes, 29 de abril de 2024

La Caja de Cristal de Asli Özge


TÍTULO:
 LA CAJA DE CRISTAL

Título original: BLACK BOX
Año de producción: 2023
Duración: 120 minutos
País: Alemania / Bélgica

Directora: Asli Özge
Guion: Asli Özge
Dirección de fotografía:  Emre Erkmen
Sonido:  Paul Heymans, Thomas Gauder
Casting:  Kristin Diehle
REPARTO: Luise Heyer, Felix Kramer, Christian Berkel, Timur Magomedgadzhiev, Manal Issa, André Szymanski, Sascha Alexander Geršak, Jonathan Berlin, Anne Ratte-Polle, Inka Friedrich, Anna Brüggemann, Marc Zinga.

Género: Thriller social

Productoras: Zeitsprung Pictures, Les Films du Fleuve
Producción: Daniel Mann, Till Derenbach, Michael Souvignier
Coproducción: Jean-Pierre & Luc Dardenne, Delphine Tomso, Nadir Öperli, Alexandra Staib, Jan Krüger. Con el apoyo de GERMAN FILMS


Película escrita y dirigida por la directora turco-alemana Asli Özge, que será distribuida en España por Barlovento Distribución de Películas. Su estreno en España será el 17 de Mayo de 2024 


Es un thriller social producido por los Hermanos Dardenne (Jean-Pierre y Luc Dardenne)Asli Özge dirige su cuarta película de ficción, "LA CAJA DE CRISTAL". Trata de criticar la sociedad y de cómo los individuos gestionan sus vidas ante situaciones resolutivas. 


Asli Ózge es guionista, montadora y productora desde que su ópera prima “Men on the Bridge” tuvo un lugar destacado de la crítica cinematográfica. 



SINOPSIS

Los inquilinos de un céntrico edificio berlinés, ya sometidos a una gran tensión por los manejos de la inmobiliaria que posee el edificio, se encuentran una mañana, sin explicación ninguna, encerrados y rodeados por la policía. Nadie puede entrar ni salir. 

 

Sin información, los residentes empiezan a especular. Primero, suponen que puede haber una bomba colocada en la puerta de entrada. Luego se difunde el rumor de que un criminal se esconde en el patio. 

 

El miedo se convierte en inseguridad y a su vez en agresión. Los prejuicios provocan la polarización. Viejos conflictos vuelven a salir a la luz y los residentes empiezan a denunciarse unos a otros. En esta situación de peligro existencial, pierden su máscara de decencia humana. Empiezan a mostrar sus verdaderas caras y cada uno persigue sus propios intereses en este juego de poder y capitalismo. 

 

Una obra sobre la gentrificación y los prejuicios sociales ambientada en el microcosmos de un edificio berlinés de apartamentos. 


Mi opinión 

LA CAJA DE CRISTAL (o el acoso inmobiliario a la berlinesa)


Si algo nos demuestra esta película es el viejo refrán de “en todas partes cuecen habas”. Quizás las habas en unos lugares sean más finas y en otras más toscas, pero de lo que nos habla Alsi Özge, la directora, de esta cinta, es algo que conocemos muy bien a este lado de la Unión Europea. En España, desde hace ¿treinta? ¿cuarenta? años venimos asistiendo a procesos de eso que los cultos llaman “gentrificación” y que, en la práctica, no es otra cosa que la sustitución de los habitantes tradicionales de un barrio por otros nuevos. En España se “gentrifica”, fundamentalmente, para habilitar nuevos espacios para pisos turísticos. En Alemania, los habitantes más modestos son desplazados de zonas céntricas para reformar inmuebles y venderlos a recién llegados más fuertes económicamente. Esta película va de gentrificación salvaje.


Nos sitúa en un edificio, probablemente construido a principios del siglo XX. Está, más o menos, abandonado, pero mantiene a una decena de inquilinos que pagan regularmente su alquiler al “señor Horn”, propietario de una inmobiliaria. Cada vecino -los conoceremos a todos a lo largo de esta cinta- tiene sus problemas, sus ilusiones y sus misterios, pero, en general, todo va razonablemente bien. Es gente que trabaja y que aspira a un lugar bajo el sol. Obviamente, no es la población de hace cuarenta o cincuenta años. La inmigración ha alterado la vida berlinesa y, en particular, la de este viejo caserón.


Un buen -o mal- día, una grúa introduce en el patio del edificio, una “caja de cristal”. En realidad, se trata de una de esas oficinas del tamaño de un contenedor, prefabricadas y que, una vez descargadas, tienen todo lo necesario para desempeñar la función para la que se les requiere. El “señor Horn” está ahí, vigilando la descarga. Ese será, durante unas semanas, su puesto de trabajo. Da la cara y esto le cuesta, nada más llegar, un huevo estampado contra su figura. Es consciente de que los vecinos le odian tanto como le temen. Pero tiene un proyecto. Los vecinos intuyen cuál es y recelan. No les gusta que, para instalar la “caja de cristal” hayan tenido que mover los contenedores de basura. Les gustará menos enterarse, poco a poco, de las intenciones del ”señor Horn”. Los vecinos, inicialmente, están todos del mismo lado, pero, por distintas causas, unos van abandonando al inquilino más combativo que ha decidido enfrentarse judicialmente al “señor Horn”.


En las dos intensas horas que dura la cinta, ocurren muchas cosas: vemos como el edificio es tomado por un equipo antiterrorista que impide a los vecinos abandonar el inmueble; vemos a un hombre muerto en las golfas; vemos a un inmigrante musulmán destruir todo lo que pueda resultar comprometedor; una vecina pierde la cita para un trabajo que tenía prevista; vemos al “señor Horn” y a un equipo de demolición derribar muros del sótanos para que el edificio sea declarado en ruinas; vemos a los inquilinos tratar de evitar lo inevitable. 


Gentrificación y bullying inmobiliario... Tiburones devorando sardinillas. El “señor Horn” contra la comunidad...

La película puede ser definida como un “thriller social”. Asli Özge, la directora -de origen turco, establecida en Alemania- parece muy sensibilizada por esta temática. De hecho, Özge ha estado implicada tanto en la dirección como en el casting, en el guion y en el montaje. Hasta ahora, su cine -es su cuarta película- ha pasado discretamente por las carteleras españolas, si bien llamó la atención desde 2009 con su ópera prima, 'Men on the bridge'. La habilidad de esta factótum ha consistido, en esta ocasión, en transmitir una patología social basada en una estrategia de manipulación y de especulación. Nos ha contado el drama que cada día se vive en las grandes ciudades de Europa con total impunidad: porque si hay algo que queda claro es que los inquilinos, simplemente, están completamente indefensos ante los tiburones inmobiliarios.


Una temática de este tipo podría verse frustrada por unos actores poco entusiasmados con el proyecto o que carecieran de cualidades escénicas. No es el caso. Christian Berkel, el inquilino más combativo, enemigo jurado del “señor Horn”, interpretado por Félix Kramer, y, en especial, la desesperada inquilina que no puede acudir a la cita de selección de personal, interpretado por Luise Heyer, están, sencillamente brillantes; ni histrionismo, ni sobreactuaciones, ni dramatismo simulado. Se diría que han interiorizado sus personajes hasta el punto de identificarse con ellos. Los hemos visto, por lo demás, en otras muchas cintas, salir airosos del trance. En cuanto al movimiento de cámara y al ritmo narrativo, resulta tan brillante como el casting. 


Cuando, en un primer momento, los inquilinos se sobresaltan al ver instalada la “caja de cristal”, este sentimiento se transmite al espectador; luego, cuando se sienten aislados por el cerco policial, desde nuestros sillones empezamos a sentir también claustrofobia, inquietud, desasosiego.


Un buen guion, está en la base de una buena película. Y, en este sentido, hay que decir que el guion está exento de demagogia, populismo o reivindicaciones sociales: se limita a plantear unos hechos que -desgraciadamente- se han convertido en habituales en Europa Occidental. Pone el énfasis en la indefensión de unos y las ambiciones de otros. Cada cual es libre de identificarse con uno de los dos lados de la trinchera. Porque, está película, a fin de cuentas, nos está hablando de una guerra social que se está desarrollado ante nuestra mirada, sin que apenas lo advirtamos. Vale la pena verla y apurarla: es el triste pan de cada día. 

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