domingo, 27 de agosto de 2017

El otro Guardaespaldas... Ryan Reynolds y Samuel L. Jackson


Si de lo que se trata es de reír y pasarlo bien, hay que reconocer que el verano de 2017 está siendo un buen momento para este tipo de cine ligero y sin complicaciones. En poco tiempo han llegado varias películas que destilan un innegable sentido del humor aun cuando cada una tenga sus propias coordenadas: En lugar del Señor Stein es una, la otra Una cita en el parque con Diane Keaton y Brendan Gleeson; se podría añadir también Tadeo Jones 2 y el Secreto del Rey Midas, producto carpetovetónico de animación a considerar y, finalmente, la que nos ocupa ahora, una película de acción, El otro guardaespaldas. 

Otro tema muy aprovechable es que ustedes la tienen que ver en versión original, si quieren tener una tarde de aprender the english que no enseñan en las academias... palabrotas, mermelada de palabrotas o lo que es lo mismo "swearing jam", es evidente que no las voy a escribir.

Reír nunca viene mal y con los tiempos que corren casi es la única defensa para que no caigamos en la más profunda de las depresiones. Así pues, este tipo de películas son de agradecer. La película nos cuenta la historia de un guardaespaldas de campanillas que recibe el encargo de proteger la vida de un asesino a sueldo que debe prestar testimonio en el proceso celebrado contra un dictador en el Tribunal Internacional de La Haya. Los intérpretes son más que notables: el guardaespaldas es Ryan Reynolds, el asesino a sueldo Samuel L. Jackson y el dictador enfermizo Gary Oldman. Si a esto unimos la presencia de Salma Hayek y de Elodie Young, el quinteto de ases estará completo. Además, de ser actores consumados se esfuerzan en sus respectivos papeles. Los incondicionales de Oldman lamentará, eso sí, que su presencia sea episódica y que no aparezca en más escenas.

Además de ser una película acción, se cruzan las tramas amorosas de los dos protagonistas principales (Reynolds y Jackson). Y es aquí en donde la película vive sus momentos más cursilones y relamidos. Es como ver seguratas grandes como castillos lagrimeando al leer una novela rosa o como a un grupo de malvados asesinos encarcelados, degustar unos Petit Suiss. Por lo demás, exceptuadas esta línea argumental, la película casi parece un videojuego y remite a aquella serie del Equipo A: disparos a tutiplé y un notable litraje de sangre. Los protagonistas reciben tiros y estacazos, pero no hay que preocuparse: en la escena siguiente recuperarán la forma y en la otra ya ni tendrán rastros de las magulladuras. Así da gusto sobrevivir.

La fotografía es aceptable, el guión con los giros suficientes como para que la película haga reír lo suficientes para poder encuadrarla como “comedia de acción”. Atentos al género: “Comedia de acción”. No es una película arte y ensayo, ni ha sido diseñada para profundizar en la psicología torturada de personajes con una vida interior extraordinariamente rica, vistosa o sórdida. Y en cuanto a la música –que ha sido muy criticada- le ocurre lo mismo: ponga usted a una película como esta las Cuatro Estaciones de Vivaldi y el Carmina Burana y la hará polvo: la trama, la película en sí, es ligera y fácil de ver, por tanto la banda sonora debe seguir en esta línea por convencional que pueda parecer. Y no olvidemos a los especialistas que en cada escena de persecución en coche, barca y moto a través de calles y canales de Amsterdam, se han arriesgado a salir descalabrados y han contribuido a la espectacularidad de algunas escenas. 

Lo menos que se puede pedir hoy a una película, además de que nos entretenga, es que no nos engañe sobre lo que vamos a ver. Y esa no lo hace. Los clips difundidos indican a las claras de qué va y por qué nos debería gustar en esta cinta: la sobredosis de acción, los sobresaltos continuos,  el feeling entre los dos protagonistas (Jackson y Reynolds), e incluso lo intrascendente del tema que nos aleja de las desdichas de lo cotidiano, del calor sofocante y de la peor noticia de todas: las vacaciones terminarán en apenas siete días.


Película adecuada para parejas jóvenes en tardes sin muchos alicientes o para grupos de amigos que quieran regalarse unas risas. Almas sensibles abstenerse, no sólo por los continuos tiroteos, sino también por el lenguaje utilizado que rebasa los límites del buen gusto. Tampoco hace falta utilizar el sempiterno fucking-you y el shit para  hacer reír. ¡Qué tiempos aquellos en los que el código deontológico de Hollywood recomendaba limitar este tipo de excesos.

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