martes, 7 de noviembre de 2017

Oro... de Agustín Díaz Yanes


España es el único país europeo que, hoy por hoy, carece de una “historia nacional”. Quizás si se entendiera mejor nuestro pasado, existirían menos problemas en el presente. En cualquier caso, no es éste el lugar para explicar el por qué, ni siquiera, sobre si existe una interpretación sobre la conquista (conquista y civilización) de América... ésta película asume este tema y lo hace mediante la aproximación a un grupo de conquistadores perdidos por la selva y en busca de Oro.

La expedición de López de Aguirre ha sido tratada en otras películas que tuvieron en su momento cierto relieve (Aguirre o la cólera de Dios [1972] de Werner Herzog y El Dorado [1988] de Carlos Saura), en ambos casos, el guión se basaba, más o menos, en hechos reales y en la crónica escrita por el propio protagonista. Esta tercera aproximación está realizada por Agustín Díaz Yanes sobre un texto de Arturo Pérez-Reverte, a su vez, inspirado en La aventura equinoccial de Lope de Aguirre de Ramón J. Sénder. En los dos primeros casos, dos actores extranjeros, el excesivo Klaus Kinsky y el sobrio Omero Antonutti, alemán e italiano, daban sus versiones particulares sobre el personaje. Pérez Reverte, en una de las entrevistas promocionales explica que el protagonista “para esta película había que ser español, porque solamente desde dentro entiende el país del que se van, cómo se relacionan entre ellos, cómo se matan entre ellos y al enemigo”. 

El argumento es fácil de resumir: una treintena de hombres y un par de mujeres emprenden la expedición en busca de una ciudad hecha de oro que, efectivamente, existe, pero que no es exactamente cómo ellos se habían imaginado. A lo largo del camino suceden todo tipo de peripecias protagonizadas por hombres de natural turbulento que sólo respondían de manera unitaria y unánime en situaciones de combate ante el enemigo común. 

La intención de la película es mostrarnos cómo eran los aventureros españoles del siglo XVI. Y hay que decir que al terminar los 103 minutos de proyección, el objetivo se ha logrado ampliamente. Una cosa eran los propósitos del Cardenal Cisneros y de los Reyes Católicos y de sus sucesores, y otra muy diferente encontrarse perdidos en las selvas tropicales y tener que responder a situaciones de máxima tensión frente a la naturaleza y frente a los ataques de las poblaciones indígenas. No es que los ideales originarios que inspiraron la conquista de América no estuvieran presentes, es que para la empresa se precisaban aventureros y hombres de hierro. Hombres procedentes de Navarra y Extremadura, andaluces, maños y vascos, muestran la variedad de caracteres y tonos que existía en “las Españas” del siglo XVI. Podemos decir que así veían los guerreros de a pie la conquista de aquel continente.

La película es recomendable especialmente a la hora de reconstruir una “historia nacional” (nunca como hoy tan necesaria) y hacerla accesible y comprensible para todos. Eso, o de lo contrario, prevalecerá la idea de que allí se produjo un “genocidio”, como parte de nuestra “leyenda negra”. Es cierto que los aventureros del siglo XVI buscaban oro en América, muchos de ellos, los jefes, empezaban a ser mayores y se sentían fracasados si no encontraban la ciudad del Dorado. Otros huían de la pobreza. Eran los “desertores del arado” de la época. Todos los imperios se han forjado con gentes como estas: un proyecto de dominación y de traslación de los propios valores culturales a otras latitudes. Esto fue la “conquista de América”, sin las exaltaciones y ni las denigraciones extremas en las que se suele caer.

Si esta es la temática de Oro, cabe decir ahora algo de la película en sí misma. Sobre los actores, la ambientación, la fotografía y la música, los promotores de esta película pueden darse por muy satisfechos. Ver a Raúl Arévalo y a José Coronado embutidos en destartalados y roñosos uniformes ha supuesto ver revalidadas sus cualidades interpretativas. Ambos demuestran ser actores todoterreno que salen airosos de los más variados papeles que se les encargan. 

En cuando a la dirección de Díaz Yanes cabe decir que es lamentable que un director con estas cualidades no se prodigue más. Su última película, Sólo quiero caminar, data de 2008 y resulta incomprensible en casi nueve años no haya dirigido ninguna cinta, especialmente porque su carrera anterior se había visto plagada de nominaciones y premios. Aquí realiza un trabajo notable e incluso obteniendo un resultado superior a anteriores productos firmados por él. No es la primera vez que trabaja sobre un texto de Pérez-Reverte; en 2006 llevó a la pantalla Alatriste, su tercera cinta, en la que quizás lo único criticable era el acento de Vigo Mortensen que, aun hablando un castellano correcto, no termina de dar el perfil. Aun así, la película tuvo acentos épicos notables que le valieron tres Goyas.

Una película recomendable en todos los sentidos, especialmente para los que aspiran a recuperar y entender parcelas de nuestro pasado. Insistimos: la versión que nos da esta película es la de los hombres de a pie. Hubo por supuesto, otros niveles de decisión e ideales más elaborados en la epopeya americana que esperamos algún día asuman directores y empresas productoras de nuestro país. Ciento dos minutos bien empleados.


Y finalmente mi pregunta es:  ¿Cómo se va a tomar esta película cuando se proyecte en Iberoamérica…? 

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