martes, 10 de abril de 2018

Verano de una Familia de Tokio... de Yôji Yamada



VERANO DE UNA FAMILIA DE TOKIO
Yôji Yamada nos había emocionado en dos ocasiones con su Maravillosa familia de Tokio (2016) y antes aún con el arranque de la saga, Una familia de Tokio (2013). Ambas cintas fueron memorables y recibieron críticas inmejorables. Nosotros mismos tuvimos ocasión de elogiar ambas películas y fue con el ánimo de ver la continuación de la saga, con idéntica calidad y humor, con el que nos sentamos en la sala de proyecciones para disponernos a ver Verano de una familia de Tokio. Y nos vimos ampliamente decepcionados.
Queda algo de aquella sensibilidad japonesa de la que Yamada hizo gala en las dos anteriores películas dedicadas a la misma familia. En realidad, todo se origina cuando la abuela de la familia acude con un grupo de amigas para ver la aurora boreal. Entonces, su marido, al quedarse solo decide ver a las viejas amistades, renovar relaciones y recordar los buenos viejos tiempos. Pero pronto, un accidente de tráfico fortuito desestabilizará completamente a la familia: el abuelo no atenderá a las súplicas de sus hijos para que deje de conducir y la familia entrará en crisis. Tal es el arranque de esta película que resulta muy inferior a las dos anteriores y que, incluso para los incondicionales de la saga les resultará decepcionante.
Si tenemos en cuenta que Yamada no es ningún joven, cabe preguntarse si a sus 87 años ha perdido facultades o bien es que se le ha agotado la imaginación o, simplemente, que la saga ya no da más de sí. O, incluso es posible que, de todos los personajes de la familia, el abuelo sea el que en las dos primeras entregas era el que daba menos juego  (para los que no han visto la serie, el abuelo es algo parecido al Paco Martínez Soria de nuestras latitudes, con todo lo que ello implica). 
No es una mala película, sino una película inferior a las dos precedentes y, al mismo tiempo, complementaria. La carga humorística está mucho más rebajada y eso quizás sea lo que el espectador más echará el falta. Hay momentos graciosos, pero no los suficientes para igualar a los otros dos productos. Probablemente, esta película entrañe el final de la serie sobre la “familia de Tokio”. El trasfondo y el final son tristes y dejan un sabor amargo. Lo que menos podía esperar el seguidor de esta familia. Hay algo en la película y en sus gags que no termina de funcionar. 
Película para tres tipos de público: 1) seguidores del cine de Yôji Yamada que quieran tener una panorámica completa de su cine, 2) amantes e incondicionales del humor amarillo , con sus altibajos y, finalmente, 3) seguidores de la saga familia creada por Yamada. Desaconsejada para los que lo ignoran todo sobre esta familia y son refractarios al cine japonés y a su forma de contar las cosas.

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