domingo, 10 de junio de 2018

Salyut-7... de Klim Shipenko



Hasta ahora los “héroes del espacio” eran los astronautas de la NASA, incluso los jubilados (véase Cowboys del espacio, 2000). Desde la fundación de la NASA, esta agencia entendió que su primer gran objetivo no era llegar a la Luna, sino ofrecer al contribuyente un espectáculo lo suficientemente atractivo como para que no tuviera inconveniente en pagar la fiesta. En la URSS ni siquiera hizo falta porque el presupuesto de investigación espacial estaba incluido en el capítulo de defensa y éste fue, hasta la perestroika, secreto. Hoy, los rusos quieren ofrecer al mundo el mismo espectáculo y lo hacen sin tanta épica como sus competidores. La película Salyut-7 podría ser tanto un elogio a la rusticidad y a la fontanería como a los cosmonautas de la Unión Soviética.

La película nos narra la recuperación de la estación espacial Salyut-7, que efectivamente se produjo en 1985 gracias a la acción de dos cosmonautas soviéticos. Un accidente, cuando la estación estaba desierta, hizo que empezara a girar loca y descontroladamente. Para rescatarla y ponerla de nuevo en órbita normal era preciso abordar la nave, pero, a la vista de lo aleatorio de sus oscilaciones era prácticamente imposible que una cápsula espacial pudiera acoplarse a ella. Así que las autoridades del programa espacial soviético recurrieron a dos astronautas lo suficientemente hábiles como para pensar que la misión no sería un desastre y lo suficiente heroicos para atreverse a algo que, técnicamente era, sino imposible, sí al menos, difícil en grado sumo.

Después de ímprobos esfuerzos, cuando lograron acoplarse e introducirse en la estación espacial, el interior estaba congelado al haberse desactivado los paneles solares que le aportaban energía. Peor fue cuando lograron descongelarla y se produjo un cortocircuito en la cápsula que les había llegado allí, impidiéndoles el regreso. Los norteamericanos echaron un capote y al final fueron rescatados. La película nos cuenta la historia de este rescate y empieza con la anterior misión de uno de los astronautas que quedó extasiado al ver una luz blanca y cegadora en el espacio.  Dado de baja del servicio solamente fue requerido cuando lo que ocurrió, se precisó el concurso de alguien experimentado.

Bien, si este es el contenido, la película, vale la pena valorar el conjunto desde el punto de vista cinematográfico. A todas luces se trata de una película fascinante y emocionante, con buen pulso narrativo, interés y emoción. En su casi hora y medio de metraje, la acción es extremadamente realista y se reconstruye a la perfección lo que era la vida en aquella especie de barraca orbital. El espectador entiende pronto que las cosas en el espacio siempre pueden ir a peor. 

Se trata de la producción más cara de la cinematografía rusa moderna. Lo esencial del presupuesto se lo han comido los efectos especiales y damos fe de que son tan buenos como los utilizados por Hollywood. Es más, la habilidad de esta cinta consiste en emplearlos con mesura. Nada de excesos a lo Gravity (2013) que terminan convirtiendo a la producción en un mero efecto de una serie de explosiones por ordenador, sin más interés. 

La alusión al gremio de la fontanería viene a cuento de que, finalmente, los astronautas logran solventar un problema técnico en el exterior de la nave, a golpes de martillo, como en las herrerías medievales. La aventura especial soviética fue mucho más tosca que la norteamericana que, en el fondo, era puro show. En esta cinta, este aspecto se nota perfectamente en las escenas que ocurren en la central de control en tierra. 

Se dirá que, en las películas de astronautas norteamericanas, lo esencial son las personalidades de los astronautas (el espectáculo necesita héroes con nombres y apellidos), pero en la antigua URSS y en la Rusia de siempre, el ciudadano siempre se ha subordinado al Estado, de ahí que la misión de los astronautas es más importante que sus personas, algo que esta película refleja perfectamente. Sin embargo, los dos protagonistas de la película tienen los rasgos justos para entender su idiosincrasia. Protagonizada por Vladimir Vdovichenkov (Leviathan, 2014”) que interpreta al piloto Fedorov y Pavel Derevyanko en el papel del ingeniero Alekhin, servirán como un binomio que se contrarresta. Cada personaje tiene una vida y personalidad bien diferenciadas. Fedorov ya ha estado en misiones anteriormente y ha sido cesado de su puesto tras sufrir una visión en su última misión. Por otro lado, Alekhin ha diseñado la estación espacial pero nunca ha tenido la oportunidad de ver viajar al espacio.

Una buena película que transcurre en los últimos años de la Guerra Fría, cuando la URSS ha está en la recta final que llevará a su desmantelamiento. Gustará a los interesados por la cosmonáutica y la carrera espacial vista desde el lado soviético. También a los que aspiran a completar sus conocimientos sobre el cine ruso y sus derivas actuales. Si han seguido películas del género de Apolo XIII (1981), Space Cowboys (2000), Alunizaje: el vuelo del Apolo XI (2009), etc, ahora les toca ver episodios simétricos de la “otra acera”. Y, desde luego, ésta es una muy buena película sobre este tema. 


Klim Shipenko director de Salyut-7 de 34 años, ganó el premio a la mejor película de 2017 en la ceremonia de los Golden Eagles que se celebró en el cine moscovita Mosfilm.

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