viernes, 7 de diciembre de 2018

Galveston... de Mélanie Laurent



Tras ver esta película decidimos reflexionar durante 48 horas antes de escribir una crítica. Es bueno que las imágenes y el argumento reposen para que el ojo crítico pueda ver la película con mayor objetividad. Al cabo de ese tiempo me planteé lo que me llevó a ver esta película, y a responder a dos cuestiones: ¿Es olvidable? ¿Es una más de redenciones y violencias?

La película lleva el nombre de Galveston. Bernardo de Gálvez fue quien prestó su apellido a esta ciudad del Estado de Texas, en una de las zonas más azotadas por los huracanes de los EEUU. Si mencionamos esto es porque, como podrán comprobar los que decidan ver esta cinta, el huracán es un actor más,, con una importancia especial en el desenlace. En las novelas de Nick Pizzolato, los elementos de la naturaleza tienen siempre un relieve especial que completa su descripción de la “América profunda” que no aparece en los telediarios.

La historia no parece, en principio, excesivamente original. Un asesino a sueldo es víctima de una emboscada cuando va a cumplir un encargo y, a partir de ahí, los acontecimientos se disparan y, tras sobrevivir a duras penas, su vida se une a la de una joven gracias a la cual ha podido escapar, pero que, a partir de ese momento, le provocará sorpresas y sinsabores. Antes, ha ido al médico que le ha detectado una grave enfermedad pulmonar que acortará drásticamente su vida. A la vista de la situación, a partir de la mitad de la película, la vida del protagonista estará vinculada a su nueva amiga (y a sus circunstancias). Buscará redención pero lo que, inicialmente, obtendrá serán decepciones, palizas, persecuciones y desdichas. Será entonces cuando la naturaleza le ayude a resolver todo esto. Ir más allá de estas pistas implicaría desvelar los aspectos más sorprendentes de la trama.

La película tiene un punto débil y varios puntos fuertes. La novela de Pizzolatto (creador de la serie True Detective)  no ha registrado una buena adaptación a la gran pantalla. Algo falla en el argumento que hace que la drama de esta “road movie” no esté redondeada, abunde en situaciones poco justificables e incluso completamente increíbles. Así pues, el guión deja bastante que desear. Menos mal que el resto de componentes de la cinta, compensan esta carencia.
También figura entre los activos más notorios de Galveston, una fotografía oscura, triste, sombría que contribuye a resaltar con su Pantone de colores el drama de unos perdedores situados en la recta final, perseguidos y sin puntos de apoyo, solos uno con otro, sometidos a las traiciones, los cercos y la hostilidad de casi todo lo que les rodea.

La verdad es que me han interesado mucho y en gran medida las interpretaciones de los dos protagonistas: Ben Foster y Elle Fanning. He recordado una frase de la novela NP de Banana Yoshimoto: "Fui una mariposa que voló a la estancia de tu corazón, dónde había una bombilla a punto de fundirse". La fuerza e intensidad interpretativa de ambos, sirve, por si misma, para olvidar el guión e, incluso, hace que, a medida que avanza la trama, obviemos los puntos débiles del mismo para sumergirnos en el clima de los EEUU decadentes y crepusculares. Las frecuentes huidas de los protagonistas se realizan en esos coches norteamericanos, procedentes de los tiempos del glamour y de la gasolina barata, con más de cinco metros de longitud, aspecto de portaviones, motores de potencias inimaginables en Europa y consumos irresponsables de galones de gasolina. Cinta impensable si los protagonistas huyeran en Porsches deportivos o en Wolksvagen cucaracha. La cinta nos lleva por unos paisajes que destacan por su estado de abandono: máquinas oxidadas, decrepitud en las casas, grietas en las carreteras, ausencia de comodidades (para muchos norteamericanos, habitantes de parques de carabanas o teniendo minicasas como el techo de sus sueños) y, como si sobrevivir, fuera un préstamo mal pagado. El paisaje que nos muestra esta cinta recuerda a las zonas más dejadas de la mano de Dios tras la caída del comunismo soviético en Siberia o los Urales. 

La directora, Mélanie Laurent tiene todavía una escasa filmografía: un par de cortos, un documental, una película de adolescentes franceses, dos dramas románticos y poco más. En esta ocasión, ante la disyuntiva de priorizar los aspectos de cine negro, o los del drama romántico, ha optado por esto último, en donde tiene algo más de experiencia. Lo cierto es que, a los problemas ya mencionados del guión, se suman otros vinculados al giro romántico hacia el que se decanta la trama. Y éste es el problema: que en este terreno le falta profundidad en el contenido y se resuelve demasiado atropelladamente.

Cabe decir que, quizás la novela de Pizzolatto, más que una cinta para proyectar en la gran pantalla, hubiera debido tener el formado de miniserie: eso hubiera permitido a los guionistas realizar una tarea de adaptación mucho más fiel y detallada de una novela que, fundamentalmente, buena y que tiene poco de cine romántico: es más bien un thriller de intriga, persecuciones y asesinatos. Pero, a fuerza de comprimir y simplificar, la directora ha tirado por el camino que le resultaba más familiar. 

Con todo, la película es entretenida y el hecho de que se quede a medio gas no implica que, a la vista de lo que se está proyectando estas últimas semanas, no sea una buena alternativa que tener en cuenta a la hora de pasar una tarde entretenida, “sola o en compañía de otros”.

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