sábado, 6 de abril de 2019

7 Razones para Huir (7 raons per fugir )... de Gerard Quinto, Esteve Soler y David Torras



Esta película, en el momento en el que se conoce su estructura, da la impresión de que es una especie de segunda parte o, incluso, de remake, de Relatos Salvajes (2014), aquella película argentina que tan buen recuerdo dejó en el espectador. En efecto, ambas películas se parecen en su temática y en su estructura como dos gotas de agua, pero esto no es lo esencial: lo importante es si el resultado final defrauda o no y si reconocemos que el esfuerzo realizado ha alcanzado algún resultado notable.  

Hay que reconocer que, en grandísima medida, éste objetivo ha sido alcanzado y que el resultado final es una comedia vitriólica con algunos sketches demoledores. Nos cuenta cosas de esas que todos somos testigos en algún momento de nuestro día a día y que marcan una acusada tendencia hacia el Apocalipsis…

La película está compuesta por siete historias cortas de humor absolutamente irreverente y gamberro. Surrealismo a cascoporro y humor negro en sobredosis hasta ribetear lo macabro. No parece haber ningún aspecto de la vida humana que quede a salvo de sus ironías. Todos los temas que se tocan tienen algo que ver con nuestro día a día cotidiano o, al menos, con algo que reflejan los medios de comunicación como problemas del español medio del siglo XXI. No está muy claro que el objetivo sea “remover conciencias” como se ha dicho, pero sí que la sociedad moderna y la cultura de masas quedan en entredicho, tocadas y hundidas.

El problema de la sociedad moderna es que proclama ser “progresista” (nadie -o casi nadie- admite ser reaccionario), pero la sociedad no “progresa” e, incluso, algunos pueden pensar que marcha hacia atrás como el cangrejo por mucho que el avance tecnológico sea cada día más espectacular. Ahora, quizás, podamos entender mejor la literatura “ciberpunk” que surgió en los años 80 y que describe paisajes de alta tecnología empotrados en marcos urbanos, sociales y culturales extremadamente deteriorados. Esta contradicción a la que parecemos abocados lleva a una sociedad absolutamente disfuncional que esta película denuncia en sus siete historias. Hay que agradecer que cada historia no vaya acompañada de una moralina y que sea el espectador el que extraiga sus propias conclusiones.

Como en toda película que supone la fusión de distintas historias, unas dejan mejor sabor de boca que otras. El sketch de la ambulancia con selfie sería, en nuestra opinión, de lo mejor, y luego, más atrás, figurarían el del hijo no deseado, el de la compra del piso, el de la escalera, el de la boda… Pero, como en botica, todo es cuestión de gustos.

Los actores están todos correctos en sus interpretaciones, unos son más y otros menos conocidos, todos ellos aparecen brevemente, pero, sin duda, su calidad interpretativa es uno de los elementos más positivos de esta recopilación de historias autoconcluidas o de sketches rápidos.



La película tiene algunas carencias. En algunos momentos casi parece que estemos viendo una película de formato teatral que recuerda a algunos Estudios 1, los más surrealistas de aquella TVE de otro tiempo o remiten a episodios de Dimensión Desconocida, la mítica serie de temática fantástica de la primera mitad de los años 60. Pero nada de todo esto termina por convencer: en el año 2019, lo que el público que acude a una sala oscura busca, es espectáculo. Este elemento está ausente porque los tres directores -Gerard Quinto, Esteve Soler y David Torras- que han estado al frente de los siete relatos, además de ser debutantes, proceden del mundo del teatro. Pasar del teatro al cine es un intento muy meritorio porque supone introducirse en un mundo completamente diferente provisto de otros códigos de comunicación completamente diferentes. El problema sería que la acumulación de premios y de menciones favorables a la película -que las merece- relajara a los directores y les ocultara el hecho de que en futuros proyectos están obligados a superarse. Y les animamos a ello.






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