lunes, 1 de abril de 2019

La Caída del Imperio Americano... de Denys Arcand (The Fall of the American Empire)



Denys Arcand es un director franco-canadiense de largo recorrido con más de una docena de películas en su haber. No se prodiga mucho pero cada una de sus cintas es una diana en el blanco. Y tiene varias. Desde aquella primera denuncia que formuló con 1973 contra la corrupción (Rejeanne Padovani) filmada cuando solamente se podía hablar en voz baja de la corrupción administrativo-mafiosa ante la que las autoridades solamente emprendieron una batalla a principios del milenio, hasta su película más conocida (y oscarizada) Las invasiones bárbaras (2003), pasando por El declive del imperio americano (1986, igualmente oscarizada), cuyo nivel irónico y satírico es seguido por la película estrenada ahora: La caída del imperio americano. Estamos ante un director muy particular que, poco a poco, se ha ido sintiendo cada vez más cómodo manejando el humor o, más bien, la tragicomedia. 

El protagonista de esta cinta es un cerebrito. Doctor en filosofía y letras, intelectual, con una inteligencia y una preparación cultural muy superior a la media y que, sin embargo, trabaja como repartidor en moto. Por pura casualidad, un buen día ve en vivo y en directo el atraco a un banco y cómo los protagonistas abandonan dos bolsas con el botín. El primer dilema que afronta el personaje es qué hacer ante esta situación: ¿hacerse con el dinero o huir? El segundo no será de menor envergadura: si se lo lleva ¿qué hacer con el dinero? Contar más sobre el argumento sería desvelar la trama, así que paramos aquí. 

“Pierre Paul” (Alexandre Landry), pasa la primera escena diciéndole a su futura novia que es "demasiado inteligente" para tener éxito en el mundo. Enuncia algunos puntos positivos sobre cómo los más exitosos del mundo, incluso los autores y los filósofos, tienden a ser "tontos como mulas". Pierre encontrará a alguien con la experiencia para lavar ese dinero, “Sylvain”, un ex estafador que obtuvo un título en finanzas mientras estaba en la cárcel, interpretado por Remy Girard (que ya había protagonizado Las invasiones bárbaras, El declive del imperio americano y otras películas menos conocidas de Arcand). 

Baste decir que dicho argumento no es más que una excusa para presentar a una amplia gama de estereotipos y bordar con esta película una trilogía que integra a las dos películas que hemos citado anteriormente nominadas a los Oscars. 

"La caída del Imperio Americano" surge como una parábola sobre cómo hacer cosas incorrectas por las razones correctas en un mundo tan corrupto. La galería de estereotipos que pueblan la modernidad constituye, al final, una película adorable cuya sátira social, además de entretenernos nos induce a la reflexión. La amistad, nos dice, sigue siendo el valor que justifica la existencia en un mundo tan estúpido como el que nos ha tocado vivir. No es una película ecléctica: al final el espectador percibe que el corazón de Pierre Paul está en el lugar correcto.

El título es deliberadamente engañoso. Arcand opina, ciertamente, que los EEUU están en crisis, pero la película no es una evaluación mordaz de la presidencia de Donald Trump. De hecho, no tiene casi nada que ver con Estados Unidos, a menos que uno quiera percibir su aspecto alegórico. Una de las interpretaciones posible sería afirmar que el héroe filosófico y dubitativo representa a Canadá, mientras que los Estados Unidos están representados por los atracadores cuyo dinero encuentra el protagonista.

En cierto sentido es un simple cuento de hadas en el que un buen tipo no solo intenta un crimen perfecto (llevarse el dinero, al descuido, que otros han robado) sino que se mantiene en los hilos argumentales que van apareciendo, al ganar el corazón de una prostituta que hasta ese momento sólo se había movido en busca del dólar americano (Ezra Pound decía que el norteamericano aborrece el dólar individual de la misma forma que el faraón egipcio aborrecía al esclavo individual. 

El nuevo trabajo de Arcand es una muestra de su independencia creativa y está centrado en preocupaciones contemporáneas como la creciente brecha entre los ricos y pobres (específicamente en Montreal, pero que es extrapolable -y con muchas más razones- en cualquier otra latitud). Arcand denuncia los métodos empleados por los ricos para esconder sus posesiones en un laberinto de paraísos fiscales e intercambios comerciales con el extranjero. El agotamiento de las redes de seguridad social, la corrupción y la incompetencia de la policía y de los líderes políticos y otros defensores del statu quo, son sus preocupaciones. Arcand las denuncia con el mismo vigor que hizo en aquella primera película filmada en 1973 (Rejeanne Padovani), pero con 46 años más de experiencia.

Película para quienes tengan una percepción de los problemas sociales que afectan a la modernidad y quieren confirmarse en su diagnóstico de los males que afectan a las sociedades modernas (no busquen en esta película tratamiento a esos males, solo diagnóstico). Algunos han dicho que es una película “socialista”. No lo es: es una película “social” (que es muy diferente). Antipolítica, si se nos apura. Denys Arcand pertenece a la misma saga familiar que Ardrien Arcand, fundador del fascismo canadiense en los años 30.

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