jueves, 27 de febrero de 2020

Sinónimos...de Nadav Lapid


Synonyms, tercera película del director Nadav Lapid, autor de “Policeman” (2011) y “La maestra de párvulos” (2014)
Sinónimos es una obra subjetiva y que resultar difícil de seguir por la temática que plantea.
Es una coproducción francesa-israelí

Sinopsis
Seguimos la historia del joven Yoav (Tom Mercier), a quien vemos llegar a París una noche. Ansioso por fundirse con su país de adopción. Entra en un apartamento vacío y en los escasos minutos que pasa dándose una ducha, alguien aprovecha para robarle su bolsa de dormir y su mochila con todas sus pertenencias. Tras salir desnudo a pedir ayuda entre sus vecinos, vuelve a la ducha para tratar de mantenerse en calor. Allí lo encuentran más tarde, desmayado, Émile (Quentin Dolmaire) y Caroline (Louise Chevillote), una pareja también residente en el edificio. 

La joven pareja de vecinos burgueses, Emile aspirante a novelista que vive del imperio inmobiliario de su familia y la oboe que interpreta Caroline, ven las necesidades de Yoav como algo prosaico y por ello le proveen ayuda, dinero, ropa, móvil y sugerencias de trabajo. 

Yoav proviene de una familia acomodada, y se quiere dedicar a ser escritor, aunque no parece tener mucho éxito. La pareja Caroline y Émile representan un estereotipo de jóvenes franceses, bohemios y sensibles, pero acomodados. Yoav por su parte, llegó desde Israel con el objetivo de “hacerse francés”.

De modo que vamos a ser testigos del empeño imposible y violento de tratar de reemplazar una identidad por otra. Intentando cortar el nudo imposible e invisible que ata a una persona con su país. Ese sentimiento será el hilo conductor de gran parte del relato. Yoav está todo el tiempo consultando en un diccionario francés diferentes términos peyorativos para referirse a su país natal, a la vez que rehúsa terminantemente pronunciar el hebreo. Aunque paradójicamente consigue empleo en la embajada de su país, empleo que boicotea por sus ideales. Cuando su familia intenta contactarlo y ayudarlo, los rechaza en inglés. 

Yoav le regala historias de su paso por el servicio militar al escritor Émile y lo vemos involucrarse sentimentalmente con Caroline. 

En una de las escenas más fuertes del film, Yoav se ofrece como modelo erótico, y a las exigencias físicas del fotógrafo se le suma el pedido de exclamar frases en su lengua nativa, el hebreo; somos así testigos de una suerte de abuso simbólico del protagonista.

No menos importante a todo esto, es que vemos cómo Yoav asiste a un curso para extranjeros como requisito previo a obtener su ciudadanía francesa. Frente al abrazo de una nacionalidad en rechazo a otra, nos encontramos con que en el fondo el ex-soldado está tan convencido de que Francia será su libertad que no se dará cuenta de que acaba de cambiar un uniforme por otro.  

Premios
2019 Oso de Oro en Festival Internacional de Cine de Berlín




Actores 
La elección del debutante actor Mercier como encargado de ponerse en la piel de Yoav es sin duda el punto más fuerte de la obra. Su trabajo acompaña a la perfección el viaje emocional del personaje, desde sus momentos más vulnerables hasta los más desenfrenados. Pone su cuerpo de deportista al servicio de la película.

Opinión
Toda la película se siente como una serie de bocetos improvisados que “un doctor frankenstein de estar por casa” reunió en una sala de edición con casi ningún objetivo que no sea alcanzar un tiempo de ejecución de dos horas. Hay escenas tipo collage que no tienen sentido ni continuidad.
Sinónimos se siente como las primeras películas semi-improvisadas de John Cassavetes, pero con capas de pretenciosidad filosófica y teatralidad sexual con valor de shock. 

Introducción 
Muchas películas han explorado el costo físico, mental y emocional de comenzar una nueva vida, ya sea por elección o por la fuerza, en un país extranjero. 
Desafortunadamente, este retrato de un joven profundamente decidido en busca de un nuevo comienzo no le da a su protagonista suficiente profundidad psicológica para tener a los espectadores de su lado.
Los jóvenes israelíes liberados de su servicio militar obligatorio, con frecuencia abandonan el país para viajar, algunos en aventuras cortas, algunos por mucho más tiempo. Las opciones van desde viajar por Europa y los Estados Unidos, escalar Machu Picchu ó establecerse en Japón. En Sinónimos, el director Nadav Lapid recuerda sus experiencias hace dos décadas, cuando abandonó precipitadamente Israel para Francia y tenía la intención de convertirse en francés. 

Contar algo de la película
Yoav acepta varios trabajos de modelo y pronto se da cuenta de que la pornografía paga mejor. Aunque los escasos ingresos le permiten las mismas básicas comidas diarias en un pequeño apartamento, para que pueda seguir explorando la ciudad hablando mucho de sinónimos mientras camina. Ya habla un francés bastante perfecto aunque compra un diccionario simplemente para ampliar su vocabulario.

Yoav está huyendo de Israel debido a un profundo disgusto con su país de origen y se niega a hablar hebreo, incluso a su padre preocupado. Yoav también está obsesionado con los mitos griegos, particularmente Héctor de Troya.

Yoav, dice estar traumatizado por su tiempo en las FDI y harto de la crueldad e hipocresía de su país. Llega a París decidido a bloquear su religión e identidad y experimentar un renacimiento. Un nuevo nacimiento representado en la escena simbólica del desnudo en la bañera.

Yoav a pesar de querer renunciar a sus lazos con Israel, se encuentra pasando el rato con sus compatriotas que usan chaquetas negras, camisas blancas y hacen "seguridad". En sus aventuras, conoce a un fotógrafo que lo somete a abusos verbales durante una filmación pornográfica, rechaza las llamadas de una ex novia y las visitas físicas de sus familiares, y comienza a hablar y recordar ese momento traumático en las FDI.

Yoav, no es la primera persona en venir a París en busca de renacimiento solo para encontrar decepción. Él ha venido a Francia con la intención de no regresar a Israel, y se niega a hablar cualquier idioma excepto el francés incluso con sus compañeros israelíes. 

También Yoav se hace amigo de un par de judíos fornidos parodiando el machismo judío y específicamente israelí que suelen organizar una batalla real semestral en la que los judíos y los neonazis luchan bajo las antiguas leyes de combate cuerpo a cuerpo. También del personaje Yaron, que se aproxima a completos extraños en el metro diciéndoles que él es de Israel.  Los espectadores deben preguntarse que deben hacer con la secuencia en la que este personaje tararea ruidosamente en las caras de varios pasajeros del metro. Yaron hace hincapié en afirmar agresivamente su identidad judía e israelí a los viajeros desconcertados en respuesta al creciente clima de antisemitismo en Francia debido al elevado apogeo de la islamización. 

Conclusión:
Sinónimos dejará un dolor palpable en los corazones de cualquiera que haya abandonado sus hogares en busca de nuevas vidas y nuevas identidades. Yoav ha dejado Israel y aborda la paradoja contemporánea de un israelí escapando a Francia en un momento en que tantos judíos franceses están haciendo el viaje opuesto.


Me he acordado de la película Foxtrot de Samuel Maoz, muy buena, muy recomendable. 


Dos entrevistas al Director:

Nadav Lapid: "El alma de mi país, Israel, está enferma y podrida" entrevista publicada en El Periódico por Nando Salvà el 13/02/2020

Los dos primeros largometrajes de Navad Lapid, 'Policía en Israel' (2011) y 'La profesora de parvulario' (2014), lo convirtieron en uno de los autores más extraños y estimulantes del panorama actual, y ahora el tercero confirma por qué. Oso de Oro en la pasada Berlinale, 'Sinónimos' es el retrato autobiográfico de un joven israelí que, tras finalizar el servicio militar, viaja a París para renunciar por completo a su nacionalidad, su cultura y su viejo yo, hasta que comprende que esas cosas no pueden cambiarse como si fueran un abrigo.

¿Qué trata 'Sinónimos' de decir acerca de la identidad israelí?
He querido reflejar el alma de mi país, que está enferma y se pudre cada vez más. No hay más que fijarse en quienes mejor la simbolizan, esos hombres jóvenes israelíes que no tienen sentido del humor ni habilidad para la ironía, ni dudan de nada, ni son capaces de adaptarse, y que son autoritarios hasta cuando bailan o besan. La suya es una actitud vital absolutista: o estás con ellos o contra ellos. Y yo no puedo evitar sentirme israelí. Esa forma de ser se refleja en mi modo de rodar y expresarme con mis películas.

La película tiene mucho de autobiográfica. ¿Qué diría que aprendió en el tiempo que pasó en París?
Me mudé allí porque en Israel sentía que estaba rodeado de gente ciega, incapaz de darse cuenta de la irracionalidad y el sinsentido que determinaban nuestras vidas; pensé que si me alejaba de forma radical de todo aquello sería capaz de curarme. Pero luego comprendí que, cuando el demonio está dentro de ti, vayas adonde vayas lo llevarás contigo.  

En su opinión, ¿de qué manera afecta el servicio militar obligatorio la psique de los jóvenes israelís?
En mi caso, recuerdo que inicialmente me convertí en soldado con entusiasmo aunque, por supuesto, no entendía absolutamente nada. Aquel periodo específico fue mucho menos peligroso de lo que yo esperaba y, además, me dio muchas ideas que espero usar en futuras películas. Lo cierto es que el problema no es el servicio militar en sí mismo; el problema es que, cuando naces en Israel, incluso desde antes de que tengas uso de razón se te prepara para ser un buen soldado.

¿Qué consecuencias tiene eso?
Creces obligado a ser alguien que por naturaleza no eres, y a suprimir ciertos aspectos de tu personalidad. Y eso sucede durante años y años, y al final ya no sabes ni quién eres, cuál es tu yo real y cuál el que se te ha impuesto.

En cualquier caso, 'Sinónimos' parece sugerir que Israel no es una excepción en ese sentido.
Sí. Yoav, el protagonista de la película, cree que Francia e Israel son antónimos, pero en realidad son sinónimos. Todos los países tienen cadáveres quemados y enterrados bajo tierra, y todos se sustentan sobre la violencia. Y la mayoría de nosotros nos negamos a enfrentarnos a nuestra responsabilidad individual y social; preferimos mirar hacia otro lado. Hay una enfermedad que no se cura, y nosotros somos parte de ella. De hecho, la enfermedad somos nosotros.

La película recurre a elipsis y otras herramientas narrativas que no se lo ponen fácil al espectador. ¿Podría detallar su estrategia?
Creo que las vidas de todos nosotros son caóticas, y intentar dotarlas de sentido es absurdo. Las narrativas clásicas buscan una coherencia que las desconecta de la realidad. Además, cuando yo veo una película me gusta que se enfrente a mí, que me golpee; y creo que esencialmente es eso mismo, enzarzarme en un combate de boxeo con el público, lo que yo trato de hacer a través de mi cine. El arte debe basarse en la confrontación.
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Nadav Lapid: “No se puede ser israelí y ser una persona normal” publicada la entrevista en ValenciaPlaza.com por Begoña Donat. 16/02/2020
El director de Tel Aviv estrena Sinónimos, Oso de Oro en Berlín 2019

Entre el almíbar de películas románticas programadas este fin de semana con la percha de San Valentín, el director Nadav Lapid (Tel Avid, 1975) seduce en Sinónimos con una reflexión fragmentada sobre la masculinidad y la identidad. Su inclasificable propuesta celebra la musicalidad del lenguaje y critica ferozmente las secuelas que provoca un estado militarizado en sus habitantes.
No hay filme del realizador israelí que no turbe, descoloque y gane premios. Su ópera prima, Policía en Israel (2011), se alzó con el Premio del Jurado en Locarno, y con los galardones a la mejor película en el BAFICI y el Festival de San Francisco. La profesora de parvulario (2014) fue reconocida en una veintena de muestras internacionales y tuvo un remake protagonizado por Maggie Gyllenhaal y Gael García Bernal. Sinónimos no ha sido una excepción: Oso de Oro en la pasada Berlinale y premio a la mejor dirección en el Festival de Sevilla.
- En EE.UU. hicieron un remake de La profesora de parvulario. ¿Cómo se siente uno cuando es revisitado?
- Económicamente te sientes mejor, pero no quise verla. En primer lugar, porque era el mismo guión y yo confío en los directores, y en segundo lugar, porque ya estaba ocupado con Sinónimos. Me invitaron a ir el set y lo primero que vi al llegar fue a Gael García Bernal hablando entre dientes y repitiéndose el poema que yo escribí cuando tenía cuatro años y medio. Me resultó divertido. Es muy bizarro, son las mismas palabras que yo recitaba cuando no sabía lo que era el amor, pero dichas en otra lengua.
Sinónimos, en cambio, no parece fácil de rehacer, porque es demasiado personal.
- Quién sabe, un mexicano que llega a EE.UU., un americano que llega a España.
- ¿En qué medida es un retrato autobiográfico?
- La película se basa en una experiencia personal. Un año después de terminar mis tres años y medio de servicio militar, de un día para otro, tuve la sensación de que debía salvar mi alma. Así que salí corriendo para nunca volver. Dos semanas después aterricé en el aeropuerto de Charles de Gaulle sin un plan, aparte de esta determinación desesperada de vivir y morir en París. Dejé de hablar en hebreo, como en la película. No conocía a nadie y mi nivel de conocimiento de la cultura gala era muy limitado. Se limitaba tan solo a símbolos, como que de pequeño sentía admiración por Napoleón Bonaparte, adoraba a Zinedine Zidane y había visto Al final de la escapada (Jean-Luc Godard, 1958). Ese triángulo de personalidades era mi resumen mental de Francia.
- De hecho, el protagonista, Yoav, va construyendo su propio panteón de símbolos a partir de postales que van de Kurt Cobain a Van Gogh. ¿Compartís referentes?
- Sí. Invocar a todos mis héroes tiene algo de juguetón. Kurt Cobain fue un modelo para mí. No puedo imaginarme a nadie más existencialista. Como dices, es un panteón, pero también es la forma en la que el cine mira la vida, eliminando las barreras históricas. Para el protagonista, Cobain y Napoleón podrían haber sido amigos y sentarse a la misma mesa. Y Zidane y el personaje mitológico griego de Héctor, jugar al fútbol. Es heroico y melancólico al mismo tiempo: reúnes tus fantasías y tus héroes y los pones en una pared desagradable de un apartamento cutre.
- La pareja que acompaña a Yoav parece salida de una película de la nouvelle vague. ¿Por qué era importante para ti jugar con arquetipos?
- La subversión en esta película no es la trama en sí, sino su punto de vista. Fíjate, por ejemplo en la manera en que se retrata París: la cámara visita sus principales atracciones turísticas: el Sena, los puentes sobre el río… Es la Francia de postal. Y, como comentas, recreo la mitología del cine francés. La película construye y deconstruye, respeta y falta al respeto. Está llena de humor y fascinación hacia lo francés, pero también de desdén y menosprecio. Podía haber rodado en el distrito 20, que es lo menos parisino que existe, pero no me interesaba, porque si alguien quiere llegar al corazón de Francia, convertirse en el emperador Bonaparte, entonces debe conocer la quintaesencia de los franceses, y situarse frente a Nôtre Dame.
- En la trama hay otro personaje israelí con síndrome de estrés post traumático que reivindica su identidad a puñetazos, en contraste con Yoav, que reniega de ella. ¿Es una dicotomía habitual en tu país?
- Los lugares anormales dan lugar a reacciones anormales. No se puede ser israelí y ser una persona normal. Siempre tendemos a los polos. Así que te avergüenzas, te escondes, intentas deshacerte de tu origen como si fuera una gran mancha o lo muestras como si izaras una bandera. Israel es una reacción al trauma judío, así que muchos muestran su identidad con orgullo, a voz en cuello en el extranjero, porque consideran que su identidad es un problema de los otros, no suyo. Es un complejo propio, pero lo convierten en ajeno.
- ¿Te gusta buscar sinónimos como a tu alter ego en la película?
- Sí, cuando llegué a Francia estaba muy solo y tenía que practicar mi francés. Me marque un objetivo: saber tantas palabras en francés como mi cabeza pudiera contener.
- ¿Y por qué no aprender palabras con diferentes significados?
- Porque quería ser más francés que los franceses: si ellos saben tres sinónimos de una palabra, yo quería saber siete. Además era un método muy eficiente para ampliar mi vocabulario. Hay algo incansable en los sinónimos…
- Por momentos parece una celebración de la riqueza del lenguaje…
- En Sinónimos las palabras no son unidades de sentido, sino que tienen diferentes niveles de valor: son música y son acción. Hay en ellas una plasticidad. Piensa, por ejemplo, en la palabra francesa 'sordid' (la repite varias veces). Me gusta como suena, puedes salir a la calle y pronunciarla 20.000 veces seguidas y disfrutarlo.
- También es singular el montaje y el uso de la cámara: por momentos, está muy presente, hay movimientos bruscos, alternas los puntos de vista… ¿Cómo planificaste la gramática audiovisual de Sinónimos?
- Estoy extremadamente preocupado por la forma cinematográfica, siento que hay tanto que explorar y al mismo tiempo, pienso que el 99,9% de las películas tienen el mismo aspecto. Antes de rodar, veo muchos filmes, algunos en fast forward, porque así te deshaces de la trama y te quedas, digamos, con la geografía del filme. Me he dado cuenta de que las diferencias son mínimas, minucias como en que orden pones el primer plano de la chica y el contraplano del chico. Para mí es como si alguien que va a escribir una carta de amor íntima y personal emplea una fórmula que ha encontrado en un libro. La mayor vocación de un cineasta ha de ser encontrar su propio lenguaje y el lenguaje de cada una de sus películas. Ese es mi intento, excavar profundamente en las raíces de la película.

- ¿Y cuáles son las raíces de Sinónimos?
- Sinónimos es una película sobre la movilidad y la inmovilidad. Si lees el guión, puedes quedarte con que reúne un puñado de anécdotas, pero hay una melodía común. Cuando pienso en una secuencia me fijo tanto en cómo se dice una frase como en lo que dice esa frase. Más en el ritmo de las palabras y menos en su significado.

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